Por Leonardo Fiorelli
Esta segunda reflexión acerca del paisaje sonoro de Montevideo contiene dos secciones muy claras. La primera es un paseo sonoro sobre una avenida comercial en la zona céntrica de la ciudad y la segunda es en el interior de un bar. 2 paisajes muy diferentes, 2 espacios también diferentes.
1.
Todo el paseo fue grabado con unos micrófonos que se disimulan en unos auriculares, lo cual me proporcionó la ventaja de pasar desapercibido en el momento de las tomas. Por ser la primera vez que los usaba, pasé los primeros minutos pendiente de aquellas cosas que podía capturar con los nuevos micrófonos. Un ejemplo: las gotas de lluvia que caían sobre mi campera a la altura de mis hombros. Luego comprobé en la grabación que estos sonidos aparecen de una manera clara, creando cierta contradicción fondo-figura, ya que son sonidos totalmente inesperados y que nos replantean la espacialidad de la grabación.
Una dinámica variada y una gran cantidad de fuentes sonoras hacen a la característica más saliente de este paseo. La lista se vuelve muy extensa y muy variada.
No hay duda de que el tráfico generó un primer plano desde el inicio. Pero otros planos se fueron generando en determinados momentos. Fue interesante pensar cómo la lluvia estaba cambiando la sonoridad de ese momento y generaba otro plano. Otro conjunto. El sonido del agua de los charcos tras el paso de los autos, los truenos que en intervalos grandes de tiempo marcaban ciertas referencias. Esto último desvió mi atención hacia arriba. Algo que resulta muy dificil de lograr dada la contaminación visual y sonora a nivel de peatón.
A medida que avanzaba iba encontrando que las voces se enmudecían a causa del potente ruido del tráfico y las que se percibían claramente eran aquellas que se refugiaban en los comercios y galerías que dan hacia la calle.
Pero hubo algo que me llamó la atención y fue la contradicción que se generó entre lo visual y lo sonoro sobre los pasos de los peatones, los cuales resultaban imposible de escuchar. Este aspecto se torna un tanto fantasmagórico y etéreo. Tal vez sea la sensación de caminar sin tocar el piso. Me recuerda a un cuadro de Edvard Münch (*), con sus personajes de mirada perdida y ambientes oscuros. Seguramente esta fantasía fue alimentada por el color que tomaban las cosas bajo el cielo de tormenta.
2.
Luego de algunas paradas sobre la avenida decido entrar a tomar un café a un bar. Aquí comienza la segunda parte. La situación se diferencia muy claramente de la anterior. Nos encontramos en un recinto cerrado, cambian las fuentes sonoras, los tiempos son diferentes.
Cambia el estado de ánimo. Tanto en el paisaje sonoro como en mi persona. La intranquilidad que se sucedía en la calle se convierte en tranquilidad. El apuro en ocio. El contagioso y "prestissimo" ritmo urbano ahora se ve a través de las transparencias del vidrio. De este lado nada. Una pausa.
El ruido de fondo era grande a pesar de la hora (17.00) y la poca cantidad de gente dentro del local. Pero las voces, el ruido de la vajilla, el sobre de azúcar rompiéndose, le dan a esta parte una sonoridad muy particular. A la vez, se da una coincidencia entre el ruido de fondo y la iluminación muy fuerte y blanca del local. Me imagino lo distinto que hubiera sido si uno de estos aspectos se hubiera invertido.