En los siglos XVI y XVII ya existían las herramientas matemáticas para calcular los intervalos correspondientes a los diversos temperamentos, pero no había instrumentos que permitieran medir con precisión las frecuencias de los sonidos.
La afinación en los distintos temperamentos se hacía a oído y de manera empírica, principalmente a partir de los intervalos de quinta, contando los batimientos para estimar la desviación respecto a la quinta natural de 3/2.